
Escultora, pintora y dibujante, su preocupación es conseguir plasmar la belleza de sus personajes, bien sea describiéndolos, presentándolos en forma alegórica o buscando extremar las precauciones sutiles en los instantes precisos, antes de profundizar en sus rasgos a la manera clásica.
Su escultura busca la belleza en la elegancia de la figura de la mujer, o bien en personajes alegóricos femeninos, desde las mujeres-libélula a las hadas o bien en las sirenas de mar.
Sus personajes femeninos emblemáticos, alegóricos, simbólicos y metafóricos son consecuencia de la propia idiosincrasia que los conforma, es decir que son lo que son, porque poseen el significado que todos sabemos que tienen. El hecho de que se concentre en los mismos, tiene su explicación desde el punto de vista de la trascendencia de las cosas.
No es casualidad que penetre en el mundo dévico, porque la naturaleza es una constante en su obra, aunque, en muchos casos, no sea la naturaleza sino el ser humano el centro de la composición. Al ser este parte de la misma, es lógico que continúe expresando el legado dévico y la voluntad de hallar la bondad en la vida, porque está donde nuestra mente y corazón creen que está.
No pretende complicar la obra, porque su mayor preocupación es mostrar la elegancia de rasgos, la expresividad contenida en el gesto de la composición, pretendiendo comunicar naturalidad y sutilidad al mismo tiempo.
Lo bello es hermoso si parte de la propia idiosincrasia de lo pensado. Es decir que la idea determina la belleza, dado que antes de materializarse se ha creado a nivel mental y vivencial. Mientras que lo bello es sutil cuando es el principio de la hermosura, sin atavismos ni violencias. Porque la violencia, el desenfreno, la asimetría ignorante de quienes poseen mucho maya, energía desbocada, maledicencia, arribismo y actitud manipuladora solo genera destrucción y muerte. Y en la destrucción como concepto no hay belleza en el sentido final de la misma.
Para Elizabeth Eichhorn su obra se basa en la belleza natural de las cosas, alejándose de la consecución de la belleza a través del sufrimiento o de la plasmación de situaciones en las que predomina la melancolía o la desesperación. Es decir que belleza es armonía, ausencia de sufrimiento, un estado del alma, una cierta aproximación a la pureza, a un estado de contemplación, en el que no se incluye ni la enfermedad ni el dolor.
En su obra pictórica, sus acuarelas, reflejan la importancia del dibujo, dado que determina la idea, siempre basada en la representación de la figura humana, la mujer, la mujer madre, la niña. Mientras que sus dibujos, en lápiz grafito, estudios y bocetos, oscilan desde el rasgo y el sombreado, a la importancia de la forma y la sombra, pasando por la representación calculada y clásica de los rasgos, a modo tradicional, casi sin intervención, intentando captar la realidad de los mismos.
Su obra en líneas generales es clásica, basada en la importancia del dibujo, prefiriendo captar la armonía, el cálculo exacto formal y compositivo. Para ello presenta una dinámica de detalles que se nutren de la propia consideración de sus elementos, sin tener en cuenta proyecciones ulteriores o intervenciones en las que la idea sea excesivamente contundente en el momento de incidir en el desarrollo de lo plasmado.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte
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